Ruta De la Literatura

I La literatura en Calamocha

(Selección y textos Antón Castro.)

La literatura está en todas partes. En la Grecia clásica, en la Roma de Marcial, Ovidio, Horacio o Virgilio, en el Renacimiento, en el Barroco de Cervantes y Shakespeare, en el Romanticismo de Goethe, Bécquer y Rosalía de Castro, en la memoria del mundo que se esparce a lo largo de los siglos y a orillas del río Jiloca. La literatura es el arte de contar de viva voz y por escrito, es una invitación a leer hasta perder la noción de las horas y del espacio, es una puerta abierta a la sensibilidad, a la emoción y al horizonte de las ideas. La literatura es viaje, conocimiento, aventura y meditación, y se hace con palabras y con criaturas que aman, sienten, se estremecen, odian, sufren o sencillamente desean contar qué les sucede, qué pasa a su alrededor, cómo es la intensidad de la tormenta y de una puesta de sol que asoma tras los cerros. La literatura es una exploración de la condición humana
Todos queremos que nos cuenten historias, que nos seduzcan con el lenguaje, anhelamos vivir en el misterio y el suspense de las novelas. A Stevenson, el autor de ‘La isla del tesoro’, los indígenas lo llamaban Tusitala, el que cuenta historias. A Isak Dinesen, los empleados de su cafetal le pedían que «les hablase como la lluvia.» Scherezade, la heroína de ‘Las mil y una noches’, aplazó su muerte porque el rey acabó por entender que no podía vivir sin sus fábulas ni sin ella.

Antaño, la gente se congregaba en torno al fuego del hogar para narrar y oír historias. Por algo dijo Voltaire: «La literatura es la pintura de la voz.» Apariciones, quimeras, relatos de amor, vidas sencillas: todo emergía como un conjuro que suspendía el tiempo. La literatura envuelve al mundo con la otra realidad y nos invita a vivir otras existencias. Y aquí, en Calamocha, se ha creado este espacio en plena naturaleza para leer historias, para convivir con los autores, para soñar con los libros y sus páginas, para identificarse con las criaturas, que, de algún modo, también son como nosotros.

 

Desde los orígenes, y el paso del Cid y la batalla de Cutanda, hasta anteayer mismo, con Benjamín Jarnés, Fernando Aramburu, Luis Alegre, Enrique Villagrasa, Use Lahoz, Margarita Barbáchano o Jon Lauko, entre muchos otros, Calamocha se ha convertido en materia de ficción. Calamocha es una libre región de cuerpos y almas donde la literatura se ha hecho presencia, latido de belleza, oxígeno de la imaginación.

II Marcial

Querido paseante: Bienvenido a este recorrido literario. Aquí empieza un paseo que te acercará a momentos y autores emblemáticos de la literatura. ¿Nos acompañas? Pero antes, deja que nos remontemos al tiempo en el que los romanos ocuparon nuestro territorio, Hispania la llamaron ellos, tiempo en el que su lengua, el latín, unificó el mundo, tiempo en el que Horacio convirtió en poesía la cotidianidad. Él nos dijo: «Carpe diem, quam minimum credula poster» («Aprovecha el momento, no confíes en el mañana»).

 

Marco Valerio Marcial (Bílbilis, actual Calatayud, 40-104 d. de C.) fue un poeta latino que partió a Roma a terminar sus estudios jurídicos con la protección de Séneca, pero la caída en desgracia de este y su posterior suicidio, forzado, en el año 65 le dejaron desamparado. Tuvo que sobrevivir de forma bohemia. Vivió 35 años en Italia a merced de diversos mecenas. Alcanzó prestigio, conoció a los grandes autores de su tiempo, pero cayó en el olvido. En el año 98 regresó a Bílbilis y a la vida rural. Una admiradora le regaló una hacienda. Dejó quince libros de versos y destacó en los epigramas, donde reluce muy especialmente su ingenio satírico, su inclinación al aforismo y su conocimiento de los defectos y vicios de sus contemporáneos. Seleccionamos dos de ellos, publicados por la Institución Fernando el Católico, en traducción de José Guillén y revisión de Fidel Argudo.

A buen señor, buen esclavo

 Aquella mano otrora confidente de mis trabajos, fecunda para su dueño y conocida de los Césares, el joven Demetrio, falleció en la primavera de su vida: había cumplido tres lustros y cuatro veranos. No obstante, para que no bajara a las lagunas Estigias siendo esclavo, cuando el pernicioso mal abrasaba a su presa, tuve la precaución de resignar en el enfermo todos mis derechos de señor. Merecía haberse puesto bueno con mi regalo. Expirando, se dio cuenta de su premio y me llamó “patrón”, a punto de emprender, como libre, el viaje hacia las aguas infernales.

Más lascivos son los mimos

 Te anuncié y te avisé, casta lectora, que no leyeras la parte lasciva de mi libro y, sin embargo, hete aquí que la estás leyendo. Pero, casta lectora, si vas a ver a Panículo y Latino, mis versos no son más impúdicos que los mimos: lee.



III Cantar de mio Cid

Si la lírica se nutre de lo imaginario o sentido por el alma creadora y es su expresión emocional, la épica busca narrar acontecimientos de hazañas y aventuras de desdichas y proezas heroicas acerca de personajes que, a veces, se antojan casi sobrehumanos. Y aunque las jarchas anticipan en más de un siglo los comienzos de la literatura española, es la épica la más antigua manifestación de la poesía castellana. La única gesta conservada casi íntegra es el ‘Cantar de mio Cid’, de mediados del XII, anónimo, del que se conserva una única copia (1307) de un tal Per Abbat. El héroe, Rodrigo Díaz (Vivar, Burgos, 1043-1099) necesita recuperar la honra perdida. El rey Alfonso VI de Castilla lo destierra por mentiras de García Ordóñez. El Cid llora al salir de Vivar como se lee en estos versos del ‘Cantar I’, cuando deja el Valle del Jalón y entra en las tierras del Jiloca.

Cantar de mio Cid

Cuando dejó Alcocer mio Cid el de Vivar,
los moros y las moras comenzaron a llorar.
Alzó su enseña, el Campeador se va,
avanzó Jalón abajo, espoleó hacia adelante;
a la salida del Jalón tuvo unas muy buenas aves.
Alegró a los de Terrer y a los de Calatayud más,
les pesó a los de Alcocer, pues su provecho era grande.
Espoleó mio Cid, se iba todo adelante,
allí se fijó en un poyo que está junto a Monreal;
alto es el poyo, maravilloso y grande,
no teme un asalto, sabed, por ninguna parte.
Puso tributo a Daroca antes,
luego a Molina, que está por la otra parte,
la tercera a Teruel, que está más adelante;
en su poder tenía a Cella la del Canal.

IV Miguel de Cervantes

Miguel de Cervantes Saavedra (Alcalá de Henares, 1547 – Madrid, 1616) es, más que un escritor, toda una literatura. Practicó todos los géneros. Y firmó uno de los mejores libros de todos los tiempos: ‘El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha’, la historia de un hombre que se vuelve loco tras haber leído muchas novelas de caballerías. En esa novela en dos partes, caudalosa, llena de historias secundarias y de personajes, conviven la realidad y la ficción, y se interfieren de manera natural y a la vez asombrosa en un formidable mosaico de España. Dijo Borges: «Una de las razones por las que Cervantes me atrae es que no sólo pienso en él como escritor, uno de los más grandes novelistas, sino también como hombre.» Aquí reproducimos un fragmento del capítulo XXIX, del segundo tomo, que sucede en el río Ebro.

Don Quijote. II parte. Capítulo XXIX

De la famosa aventura del barco encantado

 

Por sus pasos contados y por contar, dos días después que salieron de la alameda llegaron don Quijote y Sancho al río Ebro, y el verle fue de gran gusto a don Quijote, porque contempló y miró en él la amenidad de sus riberas, la claridad de sus aguas, el sosiego de su curso y la abundancia de sus líquidos cristales, cuya alegre vista renovó en su memoria mil amorosos pensamientos. Especialmente fue y vino en lo que había visto en la cueva de Montesinos, que, puesto que el mono de maese Pedro le había dicho que parte de aquellas cosas eran verdad y parte mentira, él se atenía más a las verdaderas que a las mentirosas, bien al revés de Sancho, que todas las tenía por la mesma mentira.

 

Yendo, pues, desta manera, se le ofreció a la vista un pequeño barco sin remos ni otras jarcias algunas, que estaba atado en la orilla a un tronco de un árbol que en la ribera estaba. Miró don Quijote a todas partes, y no vio persona alguna; y luego sin más ni más se apeó de Rocinante y mandó a Sancho que lo mesmo hiciese del rucio y que a entrambas bestias las atase muy bien juntas al tronco de un álamo o sauce que allí estaba. Preguntóle Sancho la causa de aquel súbito apeamiento y de aquel ligamiento. Respondió don Quijote:

-Has de saber, Sancho, que este barco que aquí está, derechamente y sin poder ser otra cosa en contrario, me está llamando y convidando a que entre en él y vaya en él a dar socorro a algún caballero o a otra necesitada y principal persona que debe de estar puesta en alguna grande cuita…

V Baltasar Gracián

Baltasar Gracián y Morales (Belmonte de Gracián, 1601 – Zaragoza, 1658), fraile jesuita, es uno de los autores más complejos y fascinantes del Siglo de Oro. Es un maestro del género breve, y especialmente del aforismo, que fue dejando en sus obras: ‘Arte de ingenio, tratado de la agudeza’, ‘Oráculo manual y arte de prudencia’, ‘Agudeza y arte de ingenio’, etc. Firmó un libro monumental como ‘El Criticón’, su personal alegoría de la existencia. Fue admirado por Schopenhauer, Nietzsche y Martin Heidegger, e inspiró a Umberto Eco. Posee un estilo brillante y preciso; domina la alegoría, el juego de palabras y la hondura de pensamiento, de orden conceptual. Es una de las grandes figuras de la literatura española de todos los tiempos y sus máximas demuestran su talento, su intuición y su sabiduría.

Aforismos

«Cuando los ojos ven lo que nunca vieron, el corazón siente lo que nunca sintió.»

«Triste cosa es no tener amigos. Pero más triste es no tener enemigos. Porque quien enemigos no tiene, señal de que no tiene talento a quien haga sombra, ni carácter que abulte, ni valor que le teman, ni bien que le codicien, ni honor que le murmuren, ni razón alguna que le envidien.»

«Amar es el más poderoso hechizo para ser amado.»

«El mentiroso tiene dos males: ni cree ni es creído.»

«La verdadera libertad consiste en poder hacer lo que se debe hacer.»

«Bien está dos veces encerrada la lengua y dos veces abiertos los oídos, porque el oír ha de ser el doble que el hablar.»

«Lo bueno, si breve, dos veces bueno; y aun lo malo, si poco, no tan malo.»

«No te pongas en el lado malo de un argumento simplemente porque tu oponente se ha puesto en el lado correcto.»

«Discurrió bien quien dijo que el mejor libro del mundo es el mundo mismo.»

«No hay peor descrédito que aborrecer a los mejores.»

VI Francisco de Quevedo

Francisco de Quevedo (Madrid, 1580-1645) es uno de los grandes poetas de todos los tiempos. Domina el castellano como nadie, y el lenguaje poético de manera excepcional. Tenía tal virtuosismo que podía imitar a Luis de Góngora, que era su rival más enconado. También fue un gran narrador que mezclaba la picaresca, los sueños y la glosa histórica. Aunque pudiera ser famoso por sus poemas satíricos y burlescos, por sus composiciones morales, religiosas y filosóficas, destaca su mirada amorosa: honda, emocionante, refinada. Y este soneto, este himno al tiempo, al sueño y al erotismo, es la mejor prueba de ello.

Soneto de amor. Himno al sueño

¡Ay, Floralba! Soñé que te… ¿Direlo?

Sí, pues que sueño fue: que te gozaba.

¿Y quién, sino un amante que soñaba,

juntara tanto infierno a tanto cielo?

 

Mis llamas con tu nieve y con tu yelo,

cual suele opuestas flechas de su aljaba,

mezclaba Amor, y honesto las mezclaba,

como mi adoración en su desvelo.

 

Y dije: «Quiera Amor, quiera mi suerte,

que nunca duerma yo, si estoy despierto,

y que si duermo, que jamás despierte.»

 

Mas desperté del dulce desconcierto;

y vi que estuve vivo con la muerte,

y vi que con la vida estaba muerto.

VII Rosalía de Castro

Rosalía de Castro (Santiago de Compostela, 1837-Padrón, 1885) es poeta y novelista. Con Gustavo Adolfo Bécquer, es una de las voces más relevantes del Romanticismo español y precursora de la poesía moderna en España. Es autora de tres grandes poemarios: ‘Cantares gallegos’ (1863), ‘Follas novas’ (1880) y ‘En las orillas del Sar’ (1884), al que pertenece este poema. Posee una voz incomparable que va de lo íntimo a lo coral, de tono metafísico en ocasiones, que denuncia los males de su tiempo y que aborda el universo de la mujer, la saudade, la emigración. Canta como nadie las excelencias del paisaje.

Dicen que no hablan las plantas, ni las fuentes, ni los pájaros

Dicen que no hablan las plantas, ni las fuentes, ni los pájaros,

ni el onda con sus rumores, ni con su brillo los astros,

lo dicen, pero no es cierto, pues siempre cuando yo paso

de mí murmuran y exclaman:

Ahí va la loca soñando

con la eterna primavera de la vida y de los campos,

y ya bien pronto, bien pronto, tendrá los cabellos canos,

y ve temblando, aterida, que cubre la escarcha el prado.

-Hay canas en mi cabeza, hay en los prados escarcha,

mas yo prosigo soñando, pobre, incurable sonámbula,

con la eterna primavera de mi vida que se apaga

y la perenne frescura de los campos y las almas,

aunque los unos se agostan y aunque las otras se abrasan.

Astros y fuentes y flores, no murmuréis de mis sueños,

sin ellos, ¿cómo admiraros ni cómo vivir sin ellos?



VIII Emilia Pardo Bazán

Emilia Pardo Bazán (La Coruña, 1851-Madrid, 1921) es probablemente la gran novelista española del siglo XIX a través de libros como ‘Los pazos de Ulloa’, ‘La madre Naturaleza’ e ‘Insolación’, entre otros títulos. Maestra del naturalismo, formidable cuentista y especialista en libros de gastronomía, vivió una intensa y secreta historia de amor con Benito Pérez Galdós, al que le mandó apasionadas cartas, impregnadas de sinceridad, confidencias y deseo, de las que ofrecemos unos fragmentos no exentos de humor que publicó el sello Turner. Ya lo dijo Fernando Pessoa: «Todas las cartas de amor son ridículas.»

Fragmentos de cartas a Benito Pérez Galdós

 

«Miquiño, mi bien: me están volviendo tarumba tus cartitas. Creo que jamás escribiste con tanta sencillez, con una gracia más bonita y más tierna. No sé las veces que he leído esta última epístola, ni el bien que me hizo, ni cuánto se me humedecieron los ojos… Un beso del fondo del alma.»

 

«Pánfilo de mi corazón: rabio también por echarte encima la vista y los brazos y el cuerpote todo. Te aplastaré. Después hablaremos dulcemente de literatura y de la Academia y de tonterías. ¡Pero antes morderé tu carrillito!»

 

«Triste, muy triste… como diría un orador de la mayoría, me quedé al separarme de ti, amado compañero, dulce vidiña. Soy de tal condición que me adhiero y me incrusto en el alma de los que me manifiestan cariño, y el trato va apretando de tal manera los nuditos del querer, que cuando menos lo pienso me encuentro con que estoy atada y no me puedo soltar.»

 

«Hay en mí una vida tal afectiva y física, que puedo sin mentir decir que soy tuya toda: toda, me has reconquistado de muchas maneras y más que nada porque nunca me habías perdido; porque te quise ayer y te querré mañana.»

IX Benjamín Jarnés

Benjamín Jarnés Millán (Codo, Zaragoza, 1888-Madrid, 1949) fue narrador, ensayista, biógrafo, crítico literario y traductor. Por edad pertenecería a la generación de los novecentistas, pero, escritor algo tardío, su obra se inscribe en la prosa de vanguardia –con Francisco Ayala, Max Aub y Ramón J. Sender-, y pertenece a los prosistas de la generación del 27. Le interesaban más las atmósferas que los argumentos, la psicología y el pensamiento de sus personajes que la acción, fue un estilista de trasfondo poético. Debutó con la novela ‘Mosén Pedro’ (1924), de la que se extrae un fragmento, y fue muy amigo del pintor e ilustrador Rafael Barradas, que vivió en Luco de Jiloca, de donde era su mujer.

Carta a Rafael Barradas

Cuando me hundí en aquellas sierras, me sentí abrazado por un fecundo silencio… Ya veo el pueblecito… Las ventanas están cerradas –pupilas ciegas de un pueblo en reposo–. Abajo en los zarzales y en los chopos que bordean la rambla, labra también la nieve sus encajes primorosos.

Revista ‘Alfar’. La Coruña, 1923

Mosén Pedro

Luco de Jiloca: Puñados de viejas casitas arremolinadas en una vertiente, asomada a una carretera. Ramblizos arañados por la lluvia. Un río huraño entre hileras de chopos

medrosos, entre huertas verdes y campos bermejos. Un flaco puentecillo. Una iglesia arrebujada en su manto de silencio. Luco de Jiloca: Una estación de juguete, donde nadie se apea. Un caminito guijarroso entre los huertos.

X Carmen Martín Gaite

Carmen Martín Gaite (Salamanca, 1925-Madrid, 2000) es una de las escritoras españolas más completas del siglo XX. Escribió poesía, cuento y novela, biografía, ensayo histórico, literario y sociológico. Logró el Premio Príncipe de Asturias en 1988, que compartió con su amigo José Ángel Valente, y el Premio Nacional de las Letras, 1994. En los últimos años de su vida, se convirtió en una autora de éxito, con muchos lectores: ahí están novelas como ‘Lo raro es vivir’, ‘Nubosidad variable’, ‘La Reina de las Nieves’ o ‘Caperucita en Manhattan’. Escribió diarios toda su vida, y aquí recogemos algunos fragmentos de su maravilloso libro ‘Cuadernos de todo’ (Debate, 2002).

Cuadernos de todo

 

25 de agosto de 1973

De niña me dieron de regalo un cuaderno verde (terciopelo). Haz un diario. Lo tenía todo en la cabeza y lo decidía continuamente pero no me atrevía. Era demasiado bonito. Esto coincidía con el verano. Los lapsos del verano. Lo que ha sido éste para mi: recobrar la memoria, sanearla.

 

20 de diciembre de 1977

Todos vivimos de los sueños: la diferencia está en que unos vivimos de los propios y otros de los ajenos.

Estoy en el bingo de Bellas Artes. Conozco la soledad, el gusto por mi independencia, sensaciones de acorde antiguas, de ser capaz de andar sola por la calle y gozar, de tomarme una copa sola. Bendito seas, Hermann Hesse. Siguiendo a Hesse debo acentuar las frases enigmáticas y sentenciosas de Alejandro. No debo buscar a nadie. No debo esperar a nada ni a nadie. Lo que buenamente coincida con los demás, con nosotros, bien está. Serenidad. Imperturbabilidad.

 

[De un papelito suelto]

Escribo desde el más allá. Imagina que te levantas y te dan un día para contar cosas: para decir qué has sido, qué recuerdas (todo junto y aprisa porque no hay tiempo) desde tu vida regalada por Dios en ese día, muebles e historias, paisajes y tu paso por ellos, tus encuentros (¿Cuándo conocí a Fulano?), todo desde esa amplitud que te da ser ya testigo quemado irrepetible. ¡Te he resucitado para que cuentes!

No sé dónde estaré enterrada, pero estaré en un sitio desde el que no pueda hablar, y los que vienen a llorarme no pueden hablar por mí. Hablo ahora pensando que si hay algo seguro es que eso va a pasarme.

XI Margarita Barbáchano

Margarita Barbáchano (Zaragoza, 1954) es escritora y periodista. Estudió Periodismo, Psicología, Publicidad y Filosofía. A lo largo de su carrera ha trabajado en periódicos como ‘Heraldo de Aragón’ o ‘El Periódico de Aragón’, donde sigue siendo columnista. Es autora de libros como ‘La piscina azul’ (Mira, 2009), ‘Mujeres en la edad invisible’ (Mira, 2011), ‘El Gran Hotel del Salto’ (Ediciones B,2015), que retoma en la novela fragmentaria ‘Las imperfectas’ (Los libros del gato negro, 2020). ‘La dama rosa’ (Huerga & Fierro, 1998) se inspira en un hecho real que sucedió en Calamocha y que afectó a la localidad y al propio Parlamento de Aragón.

La dama rosa

Esa noche Remedios estaba decidida; como de costumbre, puso la cena fría a su marido en la mesa del comedor junto con una nota introducida en un sobre blanco un tanto sucio. Había estado cortando el jamón de la tierra sin lavarse posteriormente las manos. Los detalles ya le daban igual. Eran veinte años de matrimonio y de aburrimiento callado y resignado. Solo faltaba una hora para que Dámaso cerrase el bar y llegara a casa para reunirse con su mujer. Lo tenía todo preparado: la maleta bajo la cama, el abrigo en el perchero de la entrada, el bolso con la cartilla de la Caja de Ahorros a su nombre, y poco más. Mientras trajinaba nerviosa de aquí para allá, los pensamientos se agolpaban en su mente a una velocidad imparable, produciéndole un terrible dolor de cabeza. El matrimonio no tenía hijos, así que Remedios, que siempre se había lamentado de esta circunstancia, ahora pensaba que gracias a su soledad había sido capaz de reunir el valor suficiente para dar este paso.

El corazón cada vez le latía más deprisa. Con el abrigo ya puesto, el bolso en el brazo y la maleta presta a sus pies, marcó un teléfono de Báguena y dijo lacónicamente: «Ya salgo para allí.» Y colgó. Antes de cerrar por última vez la puerta de la que hasta ese mismo día había sido su casa dejó otro sobre cerrado en la repisa del recibidor. Dentro había 200.000 pesetas. Fuera casi helaba, como sucedía todos los inviernos en Calamocha.



XII Enrique Villagrasa

Enrique Villagrasa (Burbáguena, Teruel, 1957) es poeta, periodista y crítico literario. Reside en Tarragona desde hace muchos años. Es autor de una larga veintena de poemarios, caracterizados por la fidelidad a las raíces, la memoria, la poesía misma, el amor, el lugar del silencio y el paisaje. Siempre ha reconocido cómo le marcó Rosalía de Castro: despertó su vena lírica. Su obra ha sido traducida a varias lenguas. Es un crítico literario muy activo: colabora en varias publicaciones donde coordina diversas secciones, y viaja constantemente para hablar de lírica. El río Jiloca es un motivo recurrente en su obra; entre distintos poemas, elegimos este texto inédito del autor.

¡Solo tú, Jiloca mío!

Contigo sí soy dueño de mis ruinas.

Pues, corre tu agua por la página,

y las redes no han robado el espacio blanco.

El tiempo estalla, busca el colmillo del tigre

donde el verso festeja la poesía felina.

 

Tengo nostalgia de mi ayer. Hoy, Jiloca mío.

La poesía es espectro que cabalga sin freno.

Así el poema: precisa clepsidra, en tu ribazo.

Hoy el verso mendiga por los caminos de la vía.

 

Y todo temor y temblor en tus aguas alegres

frente a la delicada página no escrita.

Y sí, tú me salvas, Jiloca líquido.

Regresar es mi destino: dejar atrás estas playas.

Volver a tu horizonte. El murmullo del río espera.

 

Recuerdas la noche en tus pozas de juventud

gloriosa. El alba se hace esperar en el Jiloca.

XIII Fernando Aramburu

Fernando Aramburu (San Sebastián, 1959) es narrador, poeta y ensayista. Alterna el cuento con la novela, desde sus inicios con ‘Fuegos con limón’. Ampliamente reconocido y galardonado, en 2016 publicó ‘Patria’ (Tusquets), una compleja y completa radiografía del País Vasco, y las dolorosas relaciones entre familias, azotadas por ETA, con algunos ecos autobiográficos. El libro, su novela más extensa y más ambiciosa, logró numerosos premios: Premio Nacional de Narrativa, Premio Nacional de la Crítica, Premio Lampedusa y Premio Strega. Fernando Aramburu, que estudió en la Universidad de Zaragoza, dedica un capítulo a Calamocha.

Patria. Una noche en Calamocha

El siguiente, al cabo de varios minutos, paró. Que si estaban heridos. Negaron, temblorosos de frío. El conductor dijo que iba a Calamocha, ahí cerca, su pueblo, y que si querían los podía llevar. Los llevó. Se presentó como Pascual. Cincuenta y tantos años, una barriga así de grande, bastante charlatán: antes de la tercera curva ya les había revelado su arritmia cardíaca y su diabetes.

-¿Esto todavía es la provincia de Teruel?

-Sí, señora.

-Pues a casa hoy no llegamos.

-Difícil. El último autobús para Zaragoza ya ha pasado.

Miren contó detalles de adónde iban y con quiénes viajaban y lo que les había ocurrido.

-¿Han estado ustedes de vacaciones?

-Pues sí, en Benidorm.

El hombre le había visto a Joxian las manchas de sangre. Imposible no verlas. Y volvió a preguntar si no está usted herido. Joxian le explicó que la sangre no era suya. El tal Pascual, marcado acento aragonés, a la vista de las primeras casas de Calamocha, propuso:

-¿Por qué no vienen ustedes a mi casa? Tengo a los hijos en Zaragoza, al mayor trabajando en un banco y a dos estudiando en la universidad, y a la chica en París, casada con un músico francés que es un tipo excelente. Educado, tranquilo. Eso sí, no habla ni jota de español, pero nos entendemos bien. Pues verán, en mi casa les aseguro que hay sitio para un ejército. Podrían descansar, usted lavarse la sangre y mañana tranquilamente los llevo yo por la mañana a la estación de tren de Zaragoza, adonde de todos modos tengo que ir. Soy viudo y ya les digo que vivo en una casa grande y vacía.

Les preparó una cena suculenta, les ofreció una habitación con vigas de madera en el techo y una cama de sábanas frías y pesadas, y a primera hora de la mañana, después del desayuno, solícito y jovial los llevó en coche a Zaragoza. Miren y Joxian le quisieron pagar. Que no y que no. Insistían torpes, tímidos. Pascual les replicó, agarrándose la barriga con las dos manos, que la famosa tozudez de los aragoneses no es nada en comparación con la suya.

XIV Luis Alegre

Luis Alegre (Lechago, Teruel, 1962) pasó su niñez en su pueblo, pero luego se trasladó a Calamocha, y allí cultivó aficiones que le han marcado: el cine, la literatura y el Real Zaragoza. Ha publicado libros autobiográficos, donde mezcla el perfil, la evocación y su propia memoria, como ‘Besos robados’ y ‘Cerca de casa’, pero también es autor de monografías sobre Maribel Verdú, Vicente Aranda, Luis García Berlanga, y de ‘Diálogos en Salamina’. Codirigió, con David Trueba, ‘La silla de Fernando’. Coordina, desde 1996, el ciclo de cine ‘La Buena Estrella’ en la Universidad de Zaragoza, donde se doctoró con una tesis sobre el público español de cine. Asiduo colaborador de diversos medios de prensa, radio y televisión, publicó este texto evocador en ‘Heraldo’ en 2010.

La chica del embeleso. Artículo

Boris Izaguirre emplea una expresión muy afortunada, embeleso, para definir ese tipo de embobamiento que te entra por alguien que no llega a la categoría de enamoramiento. Yo sufrí varios embelesos en Calamocha: a los ocho años por Pili; a los catorce años por Luci; a los dieciocho por Ana. Hubo más pero esos fueron los más preocupantes. Los embelesos me duraban una barbaridad, cuatro o cinco años fácilmente. No importaba que las chicas no me hicieran ni caso. No importaba que se fueran con los más guapos. No importaba que dos de ellas eligieran el mismo guapo. Daba igual, el embeleso seguía ahí, muy tozudo.

La chica del embeleso era la reina de mis veranos. Todo en mi cabeza ardía alrededor de ella. Pero nunca me decidía a entrarle, a declararme. Yo, a menudo, me hacía el encontradizo en las calles y los bares. Muchas veces estaba a punto de decirle algo pero, en el último momento, me venía abajo. Siempre pensaba que el día siguiente sí que me atrevería. Pero no había manera. Mi mayor esperanza era que llegaran las fiestas y que, en ese ambiente, todo fuera más sencillo. Las fiestas significaban chupinazo, charangas, verbenas, peñas, vino, cerveza, jaleo, confusión, bullicio, bailes rápidos y, sobre todo, bailes lentos.

Los bailes lentos eran lo más. A mí me atontaron para siempre pero merecieron la pena.

La infancia es horrible y es graciosa. Pero cuando la recordamos, hasta lo horrible parece un poco gracioso.

XV Irene Vallejo

Irene Vallejo (Zaragoza, 1979) creció oyendo historias de Homero, en la voz de sus padres. ‘La Odisea’ le cambió la niñez y le descubrió el mundo clásico de héroes, mitos y navegaciones. Se doctoró con un trabajo sobre Marcial y es autora de varias publicaciones como las novelas ‘La luz sepultada’ y ‘El silbido del arquero’. En 2019 publicó ‘El infinito en un junco. La invención de los libros en el mundo antiguo’ (Siruela), que es una historia completa y fascinante sobre la vida de los libros, no solo en el mundo clásico sino también ahora, adornado con referencias culturales y autobiográficas que son auténtica materia novelesca y narrativa. El libro deslumbró a muchos lectores del mundo por su carga de erudición, poesía y aventura del conocimiento, y por la calidad de su escritura. Ha logrado un sinfín de premios y el libro fue contratado para ser traducido a 32 lenguas.

El infinito en un junco

Mi madre me leía todas las noches, sentada en la orilla de mi cama. Ella era la rapsoda; yo, su público fascinado. El lugar, la hora, los gestos y los silencios eran siempre los mismos, nuestra íntima liturgia. Mientras sus ojos buscaban el lugar donde había abandonado la lectura y luego retrocedían unas frases atrás para recuperar el hilo de la historia, la suave brisa del cielo se llevaba todas las preocupaciones del día y los miedos intuidos de la noche. Aquel tiempo de lectura me parecía un paraíso pequeño y provisional -después he aprendido que todos los paraísos son así, humildes y transitorios-.

Su voz. Yo escuchaba su voz y los sonidos del cuento que ella me ayudaba a oír con la imaginación: el chapoteo del agua contra el casco de un barco, el crujido suave de la nieve, el choque de dos espadas, el silbido de una flecha, pasos misteriosos, aullidos de lobo, cuchicheos detrás de una puerta. Nos sentíamos muy unidas, mi madre y yo, juntas en dos lugares a la vez, más juntas que nunca pero escindidas en dos dimensiones paralelas…

Lectores, paseantes, soñadores. Aquí se termina este viaje por la literatura. Hay mucho que leer, mucho que sentir: grandes libros, ficciones, cuentos, descripciones, poemas, aforismos, cartas, diarios, artículos, fogonazos de la imaginación, palabras con sentido que ojalá nos lleven a otros autores, a más libros, a las bibliotecas, a la hermosura infinita del lenguaje y, por supuesto, a nuevas emociones. Ojalá lo hayáis pasado bien. El viaje solo acaba de empezar: dicen que leyendo, leyendo, leyendo, se avanza en la dirección del paraíso.

Álamo cano / Álamo (Populus x canescens)

Árbol de hasta 30 m. Se considera un híbrido entre el álamo blanco (Populus alba) y el temblón (P. tremula). Hojas cubiertas cuando jóvenes por una vellosidad gris en el envés que acaban perdiendo. Una ligera brisa las mueve fácilmente. En otoño, las hojas viran del verde al rojo púrpura. Crece en los bosques húmedos de riberas de ríos y ramblas en zonas de montaña. Propio de Europa central y occidental. Introducido en la Península Ibérica. Se usaba para vigas en arquitectura popular.

Para un nuevo tratado de armonías

Antonio Colinas

 El joven y brioso álamo nos demuestra que no se puede buscar la luz sin que las raíces sean lo suficientemente profundas.

Álamo negro / Chopo (Populus nigra)

Árbol de hasta 30 m. Corteza gris con grietas negruzcas. Caducifolio. Hojas verdes por ambas caras. Yemas viscosas. Flores agrupadas en amentos que brotan antes que la hoja. Fruto con semillas envueltas en una pelusa blanca. Crece en suelos húmedos y ambientes luminosos. Propio del este de Europa y el oeste de Asia. Introducido y naturalizado desde muy antiguo en el resto de Europa. Hibridado con el chopo negro americano para obtener clones de producción maderera. En la cordillera Ibérica se ha gestionado como árbol trasmocho (chopo cabecero).

La estación total

Juan Ramón Jiménez

Contra el cielo inexpresable,

el álamo, ya amarillo,

instala la alta belleza

de su éxtasis vespertino.

La luz se recoge en él

como en el nido tranquilo

de su eternidad. Y el álamo

termina bien en sí mismo.

Nogal / Noguera (Juglans regia)

Árbol que alcanza los 25 m. El tronco, que puede llegar a tener 2 m de diámetro, se ramifica pronto dando una colección de gruesas ramas. Cuando joven la corteza es lisa y gris, agrietándose con el tiempo. Hojas grandes, caducas, aromáticas y divididas. La flor masculina es un amento. El fruto tiene una envuelta carnosa que protege a la nuez, de semilla comestible y muy nutritiva. Crece en bosques frescos y fondos de valle con suelo profundo. Oriundo de Asia occidental. Extendido para su cultivo desde hace milenios en Europa donde se ha naturalizado.

En las pampas americanas

Pedro Mari Otaño

 El caserío de aquella amada tierra del País Vasco en que nací tiene un nogal de gran sombra frente a la puerta; si me alejaba de él era para ir al castañal de la pendiente o a seleccionar las mejores manzanas de la huerta.

Olmo (Ulmus minor)

Árbol de hasta 30 m. Corteza parda y resquebrajada a lo largo del tronco. Ramillas aladas y algo acorchadas. Hoja caduca, muy desigual por la base y con pelos en el haz. Flor precoz y poco vistosa. Fruto alado y aplastado, con una semilla híbrida. En bosques húmedos y en riberas. En toda Europa, norte de África y Asia occidental. Extendido desde tiempos remotos y, especialmente por los romanos por las cualidades de su madera. Muy afectado por la grafiosis siendo más común como mata que como árbol.

A un olmo seco. Campos de Castilla

Antonio Machado

 

Al olmo viejo, hendido por el rayo

y en su mitad podrido,

con las lluvias de abril y el sol de mayo

algunas hojas verdes le han salido.

Rosal silvestre / Zarza calambrujera (Rosa canina)

Arbustillo de hasta 5 m. Con los tallos arqueados, espinas fuertes y curvadas que le ayudan a trepar sobre sí mismo y sobre árboles próximos. Es de hoja caduca, estando estas divididas en 5-7 foliolos. Produce racimos de flores blancas o rosadas, de gran tamaño y no aromáticas. El fruto es elipsoidal, de color rojo y sin vellosidad. Crece en las orillas o en los claros de los bosques, pero también sobre pastizales en recuperación. Es común en toda Europa.

La luna y la rosa

Miguel de Unamuno

 

Entre las zarzas, su nido,

era otra luna la rosa,

toda cabellos cuajados

en la cuna, su corola;

Sarga negra / Sargatillo (Salix atrocinerea)

Es un arbusto que puede hacerse un arbolillo de hasta 9 m. Con ramas derechas, alargadas y nudosas. Las hojas tienen la nerviación muy marcada en el envés que es algo más blanquecino. Las flores se agrupan en amentos y nacen antes que las hojas. Las semillas son diminutas y tienen un penacho de pelos sedosos. Crece en riberas pues necesita humedad permanente en el suelo y ambientes umbríos. Soporta muy bien las avenidas. Propio de Europa y del oeste de Asia.

Piel de otoño. Paisajes de la sierra de Gúdar. Teruel

Pedro Pérez Esteban / Antonio Losantos

 

En la proa de sus cinglos el paisaje no tiene otro horizonte que el cielo encapotado, y en sus hondas quebradas el viento mece la maleza: las sargas y los escaramujos, con sus frutos de un rojo rebelde azotados por el vendaval, que parece que vayan a echarse a volar en todas direcciones.

Sauce blanco / Sabimbre (Salix alba)

Árbol o arbusto de hasta 25 m. Tronco con corteza gris, muy fisurada. Follaje grisplateado. La hoja es caduca y muestra pelos sedosos en ambas caras. Pies unisexuales. Flores poco vistosas y agrupadas en amentos. Semillas con pelos sedosos. Necesita suelos muy húmedos, así crece en las riberas y en tierras bajas. De crecimiento muy rápido. Propio de Europa, Asia occidental y norte de África. Utilizado en cestería y para producir estacas y combustible de sus ramas. Muy común como árbol trasmocho, especialmente en el paisaje de Flandes.

Othello. Acto IV escena III

William Shakespeare

 

La doncella sentada junto al árbol

canta al verde sauce.

Su mano en sus hojas, su mirada en la tierra.

– Canta sauce, verde sauce –

corrían arroyos que murmuraban su dolor.

Saúco / Sauquera (Sambucus nigra)

Arbusto o arbolillo de hoja caduca que alcanza 10 m. Con ramas arqueadas, médula blanca y corteza con alargadas grietas y muy acorchada. Hojas divididas en 5-7 foliolos que emiten un olor desagradable. Flores de color crema y aromáticas, que se agrupan en corimbos. Los frutos son globosos, carnosos y de color negro-violáceo. Crece en suelos húmedos ricos en nitrógeno, como en las riberas y los huertos. Es propio de toda Europa y del oeste de Asia.

El hada del saúco

Hans Christian Andersen

 

Érase una vez un chiquillo que se había resfriado. Cuando estaba fuera de casa se había mojado los pies, nadie sabía cómo, pues el tiempo era completamente seco. Su madre lo desnudó y acostó, y, cogiendo la tetera, se dispuso a prepararle una taza de té de saúco.

Fresno / Frasno (Fraxinus angustifolia)

Árbol de hoja caduca que alcanza los 25 m de altura. Tiene la corteza gris y rugosa. Las hojas están divididas en 7-13 foliolos y se disponen opuestas entre sí. Las flores, que no tienen ni sépalos ni pétalos, surgen en mayo. Los frutos tienen una única semilla unida a una pieza alada y se forman en verano. Convive con los olmos, los chopos y los sauces en los bosques de ribera. Es propio de la región Mediterránea. Las ramas son un importante alimento de ovejas y vacas una vez cortadas al final del verano. Gestionado como árbol trasmocho crea paisajes característicos en el Sistema Central.

Las dos torres. Trilogía de ‘El Señor de los Anillos’

J.R.R. Tolkien

 

¡Oh hermoso fresno, sobre tu cabellera qué hermosas son las flores! ¡Oh fresno mío, te vi brillar en un día de verano! Tu brillante corteza, tus leves hojas, tu voz tan fresca y dulce…

Espino albar / Gazpotera (Crataegus monogyna)

Arbusto o arbolillo de hasta 5 m. Caducifolio. Muy ramoso y muy espinoso. Las hojas son algo consistentes y casi no tienen pelos. Las flores son blancas y muy aromáticas, se agrupan y forman ramillos de gran belleza. El fruto es una manzanita globosa, de piel roja y de carne harinosa, pero comestible. Crece formando espinares en los claros, en las orillas de los bosques y en los setos entre campos. Es propio de casi toda Europa y del oeste de Asia. Cuando florece ya no hay riesgo de heladas por lo que es una referencia para los hortelanos.

En busca del tiempo perdido

Marcel Proust

 

En el caminito susurraba el aroma de los espinos blancos. El olor se difundía tan untuosamente, tan delimitado en su forma, como si me encontrara delante del altar de la Virgen…

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