Chopos cabeceros del Pancrudo PR y BTT

El río Pancrudo es uno de los grandes desconocidos en Aragón, pues se suele identificar como un pequeño afluente del Jiloca. ¡Nada más cercano a la realidad! Se tratan de dos valles diferentes, adscritos a dos fosas tectónicas distintas y con un paisaje completamente dispar. Mientras el Jiloca aparece rodeado de extensos glacis cultivados de cereal, el valle del Pancrudo se encajona en su sierra. También se diferencian en el caudal de los ríos, pues mientras el Jiloca mantiene un cauce más o menos estable gracias a sus «ojos», el Pancrudo depende mucho de las lluvias y nieves.
Las sierras que delimitan el Pancrudo suelen estar bastante deforestada, tanto por la escasez de precipitaciones como por la acción humana. En las laderas dominan las aliagas y los arbustos aromáticos, como la salvia, el tomillo y el espliego. En las zonas más altas podemos encontrar bosques mixtos de sabina negral, sabina albar, rebollo y carrasca, con magníficos ejemplos en Navarrete, Olalla y Villarejo de los Olmos. En los términos de Valverde y Collados alternan con bosques de coníferas de reciente repoblación. En los sotos, aprovechando la cercanía del agua, encontramos un magnífico bosques de chopos cabeceros, alternando con sabimbres, sargantillos y álamos canos.

LA RAMBLA DEL REGAJO. PR-TE 120. RUTA SENDERISTA Y BTT
Ruta circular que conecta las localidades de Navarrete del Río y Cutanda. El camino tradicional entre ambos pueblos discurría por la rambla del Regajo, pues era el trayecto más corto y llano, aunque actualmente la carretera sigue otro trazado. El camino está marcado como ruta senderista N-1 y como BTT R4. Tiene una longitud de 9,49 km. Podemos apreciar un pequeño bosque adehesado en el río Pancrudo, junto a la desembocadura de la rambla del Regajo, y un magnifico bosque en galería de chopos cabeceros al ascender por la rambla. El camino nos conduce directamente hasta Cutanda, pero se puede acortar para volver a Navarrete por el monte, tomando alguna de las bifurcaciones marcadas.
Si optamos por la ruta del monte, marcada como N-2, hay que seguir dos tramos de los antiguos caminos vecinales de Navarrete-Valverde y Cutanda-Lechago. Tiene una longitud de 9,62 km. Estos caminos se cruzan en la denominada balsa del monte, un navajo que recoge las aguas que descienden de los pinares. El paisaje cambia completamente, alternando los bosques de carrascas y rebollos, con alguna sabina aislada en el monte de Navarrete, y los pinares y sabinas en el monte de Cutanda. Esta ruta era conocida como el camino de los carboneros por la abundancia de leña. El monte de Navarrete se atraviesa siguiendo una antigua senda abarrancada, muy utilizada por nuestros antepasados, en la que también encontraremos algunos ejemplares de chopos cabeceros.
La ruta de ida y vuelta entre Navarrete y Cutanda, yendo por la rambla y volviendo por el monte, tiene un total de 19,1 km., pero se puede reducir bastante si tomamos cualquiera de las bifurcaciones, dejándola en 11,6 km. ó 17,3 km.
Recuadro para destacar:
- Distancia total: 17,3 km.
- Desnivel acumulado: 528 m.
- Altitud máxima: 1.077 m.
- Altitud mínima: 912 m.
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LOS YESOS DE NAVARRETE Y CUTANDA
Se trata de un paraje natural muy atractivo gracias a la presencia de yesos y plantas gipsófilas. Una parte está protegida por la normativa europea, delimitando un LIC que se extiende por Cutanda, Barrachina y Torrecilla del Rebollar. Hay otras afloraciones de yesos cercanas en Navarrete del Río y Bañón, con canteras de yeso y hornos tradicionales de interés etnológico. El motivo de su protección se debe a que el yeso es una roca muy escasa en los países europeos. En los suelos calizos de la solana abunda la carrasca y la sabina mora, mientras que en las umbrías encontramos más rebollo y guillomo. Esta zona alberga una gran comunidad biológica, con especies como el jabalí, la cabra montés, el azor o diversas especies de zorzales, entre otras.

LOS CHOPOS CABECEROS
Un chopo cabecero es un álamo negro trasmocho que ha generado un ensanchamiento del tronco a causa de las podas periódicas. La práctica de la poda o escamonda de estos árboles es muy habitual en amplias zonas de la provincia de Teruel, sobre todo en las parameras y altiplanos con escasos bosques forestales. La poda permitía obtener cada 10 ó 15 años vigas para construir y abundante madera para calentarse, al mismo tiempo que sus hojas servían de forraje para el ganado. El ensanchamiento de las copas de los chopos permitía crear paisajes adehesados, muy frescos para los rebaños de ovejas cuando llegaba el verano.
